Daisypath Anniversary tickers

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lunes, 12 de mayo de 2014

Sueño vivido

Toda acción tiene una reacción igual y opuesta. Las salas de emergencia de los hospitales están ocupadas por personas que han aprendido esa lección por las malas, paracaidistas, motorizados, alcohólicos, etc. Gente cuyas ideas imprudentes a menudo pueden acabar en huesos rotos o bazos reventados. Los cirujanos y médicos en general nos entrenamos para afrontar las consecuencias de esas ideas imprudentes. Cogemos los pedazos y lo hacemos lo mejor que podemos para volver a unirlos. Sin embargo, cuando se trata de imprudencias que agreden al corazón como reservorio de sentimientos y no como órgano, no sabemos que hacer y nos convertimos en un ser humano más que ama y lucha por juntar los trozos del amor cometiendo errores en el camino.

La ví, la noche del viernes me escribió para que juntas acompañaramos a nuestra ahijada en su cumpleaños y yo acepté. Eran las 11:30 am del día sábado cuando después de esperarla 30 minutos comencé a verla llegar a lo lejos hasta la cabaña que decoré con globos para Noni. A metros de distancia pude ver su largo cabello fluir con el viento y su caminar delicado y al mismo tiempo firme tomada de la mano de los dos niños (Noni y su hermanito). No podía distinguir su rostro pero era ella, no la vi con mis ojos sino con mi corazón. Se acercaba cada vez más a mí y sin saber cómo me puse de pie y corrí hacia ellos para abrazar a los niños y felicitar a Noni, luego subí la mirada y pronuncié: Hola Mami. Hola, fué su respuesta. Caminamos los 4 hacia la cabaña y aunque casi de inmediato nos pusimos a jugar con los niños yo no estaba ahí. Realmente yo estaba pérdida en mis emociones, me encontraba en un parque, después de 1 año, en compañia de la mujer que amo. Le estaba viendo y escuchando hablar. Su rostro mostraba mucha tranquilidad y calma, su cabello estaba brillante y tan deslumbrante como siempre. Su ropa era sencilla lo cual me enamoró aún más porque asi es ella, no necesita nada más que su belleza natural para impactar. Su voz era la misma que hacía tanto no escuchaba, un tono de voz grave lleno de fuerza y sutileza a la vez. Sin un olor particular más que el de siempre, olor a mujer. Sus ojos, ventana de su alma, se mostraban llenos de vida, de seguridad, y de la presencia de Dios. Ahí estaba yo, junto a semejante mujer sintiendome pequeña e indigna de tanta hermosura.

Los minutos corrían y se iban entre juegos y un cruce de muy pocas palabras entre las dos. La vi subir a una montaña con los niños para jugar mientrás yo cuidaba las cosas en la cabaña. No pude dejar de verlos a los tres y soñar era ella junto a nuestros hijos. Dentro de mí, sucedía de todo. Estaba feliz, habia anhelado demasiado tiempo tenerla cerca y vivir esas cosas sencillas que sólo junto a ella se hacen especiales pués su compañia convierte una tarde de parque como todas en un sueño vivido. La observé en la distancia sin cesar. Oré a Dios algún día estar ahí en ese mismo lugar viéndola correr con Marena y quizás Coral. Estaba triste, mi corazón se llenó de nostalgia desde que la ví venir porque estabamos ahí en calidad de casi desconocidas después de todo éste tiempo, tuve un nudo en el pecho y garganta siempre que estuve a su lado. Estaba ansiosa, deseosa de hablar con ella y contarle tantas cosas acumuladas por contar, desesperada por tener de vuelta a mi amiga. Estaba asustada, preocupada por lo que pudiera ella estar sintiendo o pensando. Estaba angustiada, creyendo que jamás volvería a estar conmigo como mi pareja y que esos sueños no sucederían. Estaba enamorada, perdiendome entre su forma de ser tan peculiar y su belleza. Estaba segura, afirmandome a mí misma que es ella lo que quiero para mi vida. Estaba presente y ausente. Quizás simplemente estaba. 

Volvió y nos acostamos con los niños en el cesped sobre una sábana. La tuve tan cerca que pude sentir su calor corporal y su energía invadir mi espacio. Cualquier movimiento de ella ocasionaba un terremoto en mi mente. Me sentí nuevamente perdida. Hablamos, de nuestras vidas, familias, trabajos, estudios, mascotas, religión, etc. Recuperé a mi amiga, era como si no hubiese estado lejos de ella, como si ese año se hubiera transformado en apenas una semana sin vernos porque todo fluía, quería contarle todo, escuchar todo de ella, no sentí pena ni verguenza, al contrario, mi corazón estaba lleno de la misma confianza de siempre, la misma confidencialidad, la misma complicidad. Hablamos poco de nosotras porque los niños estaban presentes. Ella no abrió la puerta ante nada, como siempre dijo que no me amaba y que no quería estar conmigo. Fuí como un muro de contención manteniendo las ganas de llorar y mis sentimientos dentro de límites que me impidieron ser libre y desvanecerme sin fuerzas ante sus palabras. Agradezco a Dios la presencia de los niños porque de no estar ellos ahí mi fortaleza habría sido menor escuchando esas frases tan hirientes. 

Fuimos a comer y mientrás ella llevaba a uno de los niños al baño, lloré en la mesa para drenar algunas cosas y recargar las baterías para el resto del día. Fuí valiente, creo que me mantuve en una pieza con mucho esfuerzo y eso me enorgullece. Para cuando ella regresó ya no habían lágrimas en mi rostro. Tomamos un taxi y nos dirigimos a la casa de nuestra amiga (madre de ambos niños). Ella no quería que me fuera, pude sentirlo porque estaba entusiasmada contandome sus cosas, inclusive algo que nadie más sabía. Poco a poco todo mi huracán de sentimientos se concentró en uno sólo, felicidad. Cómo podría estar triste, ansiosa, preocupada, desesperada? Tenía frente a mí al amor de mi vida, a mi compañera de vida hablandome de sus experiencias, deseos y logros. No hay manera de no estar feliz así. 

No quería irme, pedí muchas veces que las horas pasaran lo más lento posible para disfrutar y saborear ese momento que tanto esperé. Me sentí en casa. 

Quisiera saber cómo juntar los trozos que yo misma me encargué de producir de este amor. Quisiera que mis conocimientos acerca de fracturas, suturas y heridas sirviera para curar el corazón. Me pondré de pie frente a éste paciente que es nuestro amor y sin conocer de dósis o procedimientos a aplicar seguiré mi instinto de mujer para sanarlo. Quizás me equivoque en el proceso y empeore su estado aplicando lo innecesario o inclusive arriesgando su vida con dósis deficientes o excesivas, es probable que me vea acorralada varias veces sin saber cuál será la próxima decisión a tomar o desesperada dando respiración boca a boca para no dejarlo morir pero sé que vivirá porque yo haré todo lo humanamente posible por rescatarlo y levantarlo de esa camilla aunque implique días de cirugía contínua sin comer o ir al baño. 

Cuando un médico quiere sanar se olvida de sus necesidades fisiológicas para hacer su trabajo, cuando una mujer quiere sanar puede olvidarse hasta de su nombre para lograrlo.